Las abejas son unos seres maravillosos que la naturaleza puso en nuestras vidas como agentes de cambio positivo. Son una parte importantísima de los ecosistemas al mantenerlos saludables y estables. ¿Imaginemos un mundo sin abejas donde los humanos tendríamos que hacer la polinización de forma manual? sería impensable un mundo sin abejas y hacer un cálculo económico por prestaciones de polinización artificial y no natural, es incalculable.
“las abejas nos escogieron” dijeron
No muy lejos de Quito a tan solo 40 minutos, en el valle de los Chillos, se encuentra la pintoresca parroquia de Alangasí, aquí se encuentra API REAL, un emprendimiento apícola liderado por René Gutiérrez y Mayra Quishpe quienes dicen “las abejas nos escogieron” atendiendo a su llamado desde el año 2006, cuando empezaron esta fructífera relación. Lo que fue un hobby en sus inicios se convirtió en una micro empresa artesanal que paso de producir unos cuantos litros de miel a una tonelada anual en la temporada alta de cosecha.
Parece ser que René y Mayra estaban destinados hacer de esto una misión de vida, el arte de ser un carpintero permitió a René que con esa sabiduría al igual que las abejas como maestras de la construcción, unieran estas habilidades para crear los panales de las abejas, su diseño y precisión son entendidos a la perfección por las hábiles manos de René. Sin saberlo se construía el sueño de un proyecto sustentable, a la par también su propio hogar.
El tiempo y la constancia, le han dado la razón a API REAL, muchos años pasaron desde que empezaron con este emprendimiento. Diversificaron su oferta con nuevos productos derivados de la miel como: polen, propóleos, bálsamos, labiales, esencias, cremas faciales, repelentes, desodorantes, jabones, mieles de sabores como la de aguacate entre otras muchas cosas. Todo esto lo podemos ver y vivir en nuestros tours de los alrededores de Quito.
René y Mayra continúan trabajando hombro a hombro con las abejas, sus mejores socias en la tranquilidad del campo, donde la mente y el corazón se abren para poder entender el lenguaje de las pequeñas y dedicadas obreras del bosque.
Por Juan Pablo Verdesoto